Seguimos con las crónicas y ahora toca el turno de probar una nueva propuesta de local. Ellos lo definen cómo un "concepto divertido, informal y de barrio"... es el Caradura Bistrot y hasta allí que fuimos para ver cuales eran sus propuestas.
Situado en la Plaza de la Ilusión, más exactamente en la calle Recoletos, en los bajos de un supermercado Covirán, Caradura Bistrot está respaldado por el conocido chef Álvaro Arriaga.
Álvaro Arriaga es un chef donostiarra que ha tenido gran éxito en la ciudad, pues tras comenzar en el Villa Oniria, obtuvo el reconocimiento con el restaurante que lleva su nombre para pasar también a respaldar una propuesta cómo el Caradura Bistrot.
Proveniente del la palabra francesa bistró (del francés bistrot o bistro), es un pequeño establecimiento popular de Francia, donde se sirven bebidas alcohólicas, café, quesos y otras bebidas. Pueden ser también pequeños restaurantes de comidas a precios económicos y este es el caso que nos ocupa.
Nada más entrar, eran las 14 horas, el local estaba lleno. Sólo una mesa en la entrada, pero más bien enfocada a cafés (por la postura que ofrecían las sillas) estaba libre, por lo que no tuvimos más remedio que ocupar un sitio en la barra (totalmente vacía).
Nada más sentarnos en la barra nos preguntan qué deseamos tomar. Dos cerveza de grifo son nuestra elección y mientras nos sirven la tapa que no es a elegir observamos las opciones que aparecen en la carta.
Platos que todos hemos visto, nombrados de forma informal en lo que intenta reflejar el ambiente que busca ofrecer el local. Esto se hacía ver en la decoración, con profusión de madera pero con mucho acero para conformar un "toque industrial" y con una barra amplia secundada por mesas altas y tradicionales en las que comer.
Incluso hay una zona apartada a las que no accedimos y una terraza que no era cuestión de probar dado el frío y el aire que hacía.
En ese momento nos sirven la tapa para esta primera ronda. Dos rebanadas de pan tostado con paté casero. De un tamaño ajustado, vienen servidas en un plato adornado con brotes verdes y dos tenedores que... no usamos.
El paté suave, presentaba una textura agradable a la boca, muy probablemente fruto de haber sido hecho con una Thermomix y es que en la cocina, que estaba a la vista tras los cristales, nos pareció ver uno de estos aparatos.
La tapa duró menos que la cerveza... tanto es así que cuando aún nos quedaba en la copa, nos preguntaron si queríamos algo más. Otras dos cervezas pedimos a la espera de una mesa en la que ya si pedir algo de la carta.
Otras dos copas de cerveza y a la espera de la tapa, la cual esta vez sí que se demoró más tiempo. En ese lapso vimos pasar algunos platos interesantes y si la tapa es una muestra de la carta de un local, estábamos interesados por conocer esta segunda tapa.
"Et voila"... ya que estamos en un bistrót, nos encontramos con esta tapa.
Dos muslos de pollo cocidos y aderezados con una salsa que ofrecía un sabor similar a la barbacoa. Una tapa que no probé (los que me conocen saben que no me gusta ni el muslo ni las alitas). Dos muslos de pollo aunque en muchos sitios quieran disfrazarlos con nombres cómo jamoncitos...
Personalmente creo que no es una tapa adecuada. Difícil de comer (sobre todo con un tenedor cómo única herramienta), con más hueso que carne (de hecho mi acompañante que se comió los dos hizo esa observación), poco elaborada y con una presentación muy justa para un local de este tipo. Lo cierto es que esta segunda tapa no nos hacía pensar el pedir algo de la carta, pero la hora, el hambre y que una mesa quedaba libre nos hizo arriesgarnos.
Nos mudamos con las copas a una mesa alta enfrente de la barra y allí pedimos patatas bravas y croquetas (de jamón y gambas).
Las patatas bravas no tardaron en llegar. Hechas con la piel, ofrecían un gran sabor al estar fritas en su punto. La salsa además, sin ser muy abundante, sí que servía para bañarlas casi en su totalidad y no tenía nada que ver con la salsa brava de bote que ofrecen en otros locales.
De hecho el picor que ofrecía era suave, sin ser molesto y le daba un aire muy apetitoso al plato. Nos gustaron bastante.
Las croquetas por su parte tardaban en llegar, tanto es así que casi estuvimos a punto de anular el pedido tras quince minutos de espera... pero llegaron sobre la bocina.
Servidas en una caja de madera nos encontramos 10 croquetas (cinco más cinco) de jamón las redondas y gambas las que ofrecían forma de cubo.
Empezando por las croquetas de gambas... gambas, los que se dice gambas... más bien se adivinaba en su interior algún mínimo trozo de gamba y unas pintas rojas que denotaban que marisco había aunque más bien parecían hechas con un caldo de marisco para hacer la bechamel que con gambas en sí.
Respecto a las croquetas de jamón, aquí si que había taquitos de jamón pero la bechamel... estaba demasiado blanda. Ni muy dura, pero tampoco tan blanda.
De hecho al cogerlas con el tenedor (no pincharlas, cogerlas), se deshacían casi completamente. A ese relleno le faltaba tiempo y aunque el sabor era bueno, pecaban de estar demasiado blandas.
Una vez dimos cuenta llegó el momento de pagar. Un total de 27,40 euros que desglosados pasaban a ser 2,35 euros por cada cerveza, 6 euros las patatas bravas y 12 euros las croquetas.
No olvidéis que si queréis estar a la última con opiniones de todos los amigos, recomendaciones, fotos, etc, podéis visitar el grupo en Facebook, así como seguidos en Twitter, Google + y Pinterest o descargar la aplicación oficial para vuestro teléfono Android.
Y llegados a este punto, estas serían las conclusiones.
Local amplio, tranquilo y limpio
El intentar ofrecer una propuesta distinta
Las croquetas no estaban a la altura
La segunda tapa... no muy lograda
El caradura bistrot, como su propio nombre indica es eso, aparte de tener un nombre, pero para nada una gastronomía que invite a quedarse
ResponderEliminar