viernes, enero 13, 2017

Probamos las tapas de un clásico como es el bar El Albergue

Otra semana más, mejor dicho, otro año más que volvemos como cada viernes a una cita obligada con el tapeo en nuestra ciudad. Una cita que ya es una tradición y que aunque a veces nos cuesta que salga a la luz, el saber que siempre cuenta con vuestro apoyo nos da energías para continuar.


Y en esta ocasión visitamos un clásico, no muy conocido por muchos o al menos eso pensamos hasta que sale a relucir su nombre, momento en el que nos damos cuenta que tiene una gran cantidad de fieles clientes. Se trata del bar El Albergue.


Un bar situado en pleno centro de la ciudad, en la calle San Pedro Martir haciendo esquina con la calle Castañeda y por si estos datos no os sirven, decir que está justo a las espaldas de la Carrera de la Virgen. Una zona en la que encontramos otras alternativas como son  La CriollaDiagonal, El ChikitoSersara, Guejareño Centro, La Ría, El Postiguet, el restaurante argentino Atahualpa, el restaurante Albahaca a los locales de moda (y postureo para muchos) de la Calle Ganivet u otros clásicos cercanos en la zona como La BotilleríaLa MalvasíaTaberna de JamLos DiamantesBraserito, La Tana Casa SalvadorÁvila IAvila IISan Remo...


Un bar de esos de barrio, de los de toda la vida con una barra de madera y una decoración en la que no vamos a encontrar florituras. Nada de motos incrustradas en la pared, grandes cristaleras o diseños minimalistas.


Un local relativamente amplio en el que lo difícil es encontrar hueco ya sea en la barra con forma de "U" o en algunas de las mesas que se disponen a su alrededor. Nosotros encontramos acomodo en una de las mesas debido a que llegamos esos cinco minutos antes que permiten evitar un atasco o eso, encontrar sitio en una barra de bar.

Una barra en la que lo primero que verás es una gran maqueta de la iglesia de la Virgen de las Angustias que sirve para ocultar el grifo de cerveza. Y decimos verás porque el tamaño es más que notable.


Una vez sentados pedimos dos cervezas que Luis, el dueño del bar desde hace más de 30 años, sirve en un vaso de esos de toda la vida. No hay copas. La tapa que no es a elegir sale de su garganta a la cocina... dos primeras.



Y al poco nos la trae a la mesa. Un plato de gamas en gabardina, gambas rebozadas que vienen acompañadas por unas aceitunas. No hay una presentación cuidada, es cierto, pero es la estética que acompaña al resto del local y si cambiara perdería parte del encanto que tiene.




Las gambas en su punto de fritura, con buen sabor y una textura agradable no tardan mucho en desaparecer del plato. 



Mientras la clientela sigue entrando y nos fijamos en algunos detalles... sobre todo en el cartel con las tapas. Cómo veis, curiosos objetos por los que no pasan los años.


Entre banderas de fútbol, puesto que es un bar futbolero, pedimos una segunda ronda, en esta ocasión con la especialidad del local: el vermouth.


Dos vermouth elaborados de forma casera. Una bebida presente en casi todas las mesas que vienen acompañados de una segunda tapa a base de pescada frita.


El pescado constituye una buena parte de las tapas de este bar, unas tapas en las que también hay croquetas, pinchitos, callos...




Estas rodajas de pescada frita vienen como en el caso anterior acompañadas de unas aceitunas y repiten un frito en su punto y un sabor agradable.

No son tapas grandes, de ahí que no duren demasiado.. igual que el vermouth, por lo que volvemos a pedir una nueva ronda, con dos nuevos vasos de... vermouth.



Esta vez la tapa que nos sirven son croquetas, cuatro croquetas de jamón que aunque no eran caseras estaban bastante buenas. Con trocitos de jamón en su interior y que venían acompañadas de unas patatas chips. 





Este es quizás el defecto", así entre comillas, que vimos en las tapas. Cuidar algo más el acompañamiento... un defecto que vemos en más de un bar pero que a estas alturas no vamos a solucionar.

Aunque eran cuatro croquetas, dos por barba (en muchos otros lugares sólo ponen una) la tapa seguía sin ser grande, por lo que decidimos pedir media ración de algo... y algo es puesto que no había carta.


Fijándonos en el cartel que vimos antes pedimos media de boquerones (ojo, que los callos están francamente buenos) que no tardaron en servir.




Acompañados de una cesta con pan, una fuente con boquerones fritos, no desraspados, en su punto de fritura que nos sirvieron para acompañar el vermouth hasta que sólo quedaba su sombra en el vaso.


Y ya que nos habían preguntado por la mesa y habíamos terminado decidimos pagar y que otros la ocuparan. El precio total fue de 20,90 euros desglosado en 2,20 euros por cada vermouth, 1,70 euros cada caña y ocho euros por ma media de pecado que se incrementaba en 0,70 euros por el pan.

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Y llegados a este punto, estas serían las conclusiones.




Trato familiar y ambiente de bar de los de toda la vida

Algunas de las tapas que vimos pasar pintaban muy bien







No poder elegir la tapa

Quizás el precio de la media ración, algo alto

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